Disturbios de Birmingham de 1791

Invasión de la casa de Joseph Priestley, Fairhill.

Los disturbios de Birmingham de 1791, también conocidos como disturbios de Priestley (en inglés: Priestley Riots), tuvieron lugar entre el 14 y el 17 de julio de 1791 en Birmingham (Inglaterra). Los principales objetivos de los alborotadores eran los disidentes religiosos y muy particularmente Joseph Priestley, un personaje controvertido tanto teológica como políticamente. Varios asuntos de actualidad locales y nacionales contribuyeron a agitar las pasiones de los alborotadores, desde ciertos desacuerdos sobre la venta de ciertos libros en bibliotecas públicas hasta las controversias en torno a los intentos de los disidentes de obtener los plenos derechos civiles, así como el apoyo de los mismos a la Revolución francesa.

Los disturbios comenzaron con el ataque a un hotel donde se celebraba un banquete de solidaridad con la Revolución francesa. Después, tras comenzar por la casa y la iglesia de Joseph Priestley, los manifestantes atacaron y quemaron cuatro iglesias disidentes, veintisiete casas y varios comercios. Muchos de ellos se embriagaron con el licor que encontraban durante los saqueos o con el que trataban de sobornarlos para detener la quema de casas. Sin embargo, no pudieron sobornar a un pequeño grupo, que se mantuvo sobrio. Los alborotadores no solo quemaron las casas de los disidentes y sus iglesias, sino también las de personas a las que asociaban con ellos, como la casa donde se reunían los miembros de la científica Lunar Society (Sociedad Lunar).

Aunque los disturbios no los inició la administración del primer ministro William Pitt, el gobierno nacional fue lento en su respuesta a la solicitud de ayuda de los disidentes. Al parecer, algunos funcionarios locales de Birmingham participaron en la planificación de los disturbios y, posteriormente, fueron renuentes a la hora de perseguir a sus cabecillas. El industrial James Watt escribió que los disturbios «la dividieron [a Birmingham] en dos partidos que se odiaban mortalmente entre sí».[1]​ Los que habían sido atacados se vieron obligados a abandonar Birmingham poco a poco, dejando una ciudad aún más conservadora de lo que lo había sido a lo largo del siglo XVIII.

  1. Citado en Rose, 83.

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